Salimos al mundo a la búsqueda de nuestros sueños e ideales,
pese a saber que a menudo imaginamos en lugares remotos lo que en realidad está
al alcance de nuestras manos. Cuando descubrimos el error, nos damos cuenta del
largo tiempo que perdimos buscando tan lejos aquello que teníamos tan cerca.
Nos dejamos entonces atormentar por el sentimiento de culpa, por los pasos
errados, la vana búsqueda y el dolor que causamos.
No debería ser así: aunque el tesoro que anhelas esté
enterrado en tu casa, sólo lo encontrarás cuando te alejes. Si el hijo pródigo
no lo hubiese abandonado todo, su padre jamás lo habría recibido a su vuelta
con tan gran regocijo.
Existen en nuestras vidas ciertas cosas marcadas con un
sello que reza: "sólo cuando me hayas perdido y recuperado, apreciarás mi
valor". De nada sirve intentar acortar este camino. En Japón, fui invitado
a visitar el templo zen budista de Guncan-Gima. Al llegar allí, me orprendió
que la bellísima estructura, situada en medio de un bosque inmenso, estuviera junto
a un gigantesco terreno baldío. Cuando le pregunté al encargado por aquel
terreno, me explicó: "Es el lugar de la próxima construcción. Cada 20 años
destruimos este templo que está usted viendo, y lo volvemos a construir al
lado. De esta forma, los monjes carpinteros, pedreros y arquitectos pueden
siempre ejercer sus habilidades, y enseñárselas, a través de la práctica, a sus
aprendices. También mostramos con ello que nada en la vida es eterno, pues
incluso los templos están en un proceso de constante perfeccionamiento."
Si el camino que recorres es el de tus sueños, comprométete
con él. No dejes abierta la puerta de salida, con la excusa de que "esto
más o menos, pero no es lo que busco". Esta frase tan utilizada guarda
dentro de sí la simiente de la derrota. Asume tu camino. Aunque hayas de dar
pasos en falso, aunque tengas que destruir y construir constantemente, aunque
sepas que puedes dar más de ti. Si aceptas tus posibilidades en el presente,
con toda certeza mejorarás en el futuro.
Al maestro Achaan Chah le dieron una hermosa parcela para
que construyese en ella un monasterio. Chah debía emprender un viaje y
ausentarse por un tiempo, así que dejó la construcción en manos de sus
discípulos.
A su vuelta, cinco meses más tarde, las obras no habían
empezado todavía. Los discípulos habían encargado varios estudios a los
arquitectos locales. Uno de ellos le preguntó a Chah: –¿Cuál de los proyectos
debemos llevar adelante? ¿Cómo proceder para tomar la decisión acertada?
Chah respondió: –Cuando se quiere el bien, los resultados
son siempre buenos.
Liberados así del miedo a errar, tomaron una decisión y el
resultado fue magnífico.
Afronta tu camino con valentía, no temas la crítica de los
otros. Y sobre todo, no dejes que tu propia crítica te paralice.
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