Canciones

martes, 6 de mayo de 2014

Cuestión de alergia

Por una extraña razón, como si hubiera venido fallada de fábrica, o con la estrella de la suerte apuntando al sur cuando yo camino por el norte, mi vida fue una cadena de desafortunados encuentros en cuanto al amor se refiere.

Seguramente tengo un imán alojado en las costillas que atrae a cuanto inmaduro emocional camina, un GPS anexado a mi muñeca que oficia de moderno radar para detectar hombres conflictivos y alérgicos al compromiso.

Desde que tengo uso de razón, cada relación que parecía crecer derechita, como un roble que promete ser frondoso y regalar buena sombra, se fue torciendo como el sauce y terminé quedándome echada sobre el pasto contemplando otra relación que se secaba.

Hay muchas categorías de hombres: el pirata, el eterno adolescente, el inmaduro, el “mamero”, el histérico, el narcisista… pero hay sólo una que me mira con ojitos de conquista: la raza de los que huyen ante la mínima posibilidad de establecer una relación.

Esa espécimen es un gran embaucador, un diseñador de lujo de ilusiones próximas a vencer. El típico que proyecta un plan para el próximo verano pero que desaparece antes del otoño, el que quiere que conozca a sus amigos pero donde escucha la palabra “grupo” inventa que sus conocidos viajaron en expedición al Tibet y que no sabe cuando vuelven. Es el mismo que va a decirme que soy tan maravillosa, tan increíble, tan perfecta, que merezco lo mejor, y por supuesto, él no va a entrar en esa categoría, si a gatas araña la categoría de hombre.

Ese tipo, es el que se sube a la bicicleta de carrera y que llama 40 veces el primer día, 20 el segundo, 10 el tercero, y a la semana, cuando se da cuenta que él no quería verse involucrado con alguien ni sentir esa dependencia que se le fue instalando en las vísceras, decide que hasta ahí llegó, hasta el umbral, hasta el borde del camino.

De este lado, se ve el abismo. Ese precipicio donde caen todas las relaciones que pudieron ser y no fueron, las palabras que se dijeron y los hechos que nunca sucedieron, los proyectos de un par de horas, las almohadas con perfume de algunas noches y esas ganas locas de encontrar el antídoto para esa alergia al compromiso que tienen algunos tipos y que los convierte en galletas a medio hornear, dibujos delineados sin colorear, cartas a medio escribir.


Proyectos débiles y temerosos, ocultos detrás de esos ojitos que mueren de amor sólo un segundo.


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