Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto como un racimo
entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las
estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no
existías.
Ovíllate a
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras y suelta todas las
barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus
ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me
traes madreselvas, y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas yo te
amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí, a mi alma sola y
salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues, avellanas
oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los
cerezos.
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